"¿Ves Piglet? ¡Mira sus huellas! Tres, tal vez, Woozles y un, quizás, Wizzle. ¡Otro Woozle se les ha unido!".
Y así parecía ser. Ahí estaban las huellas, cruzándose unas con otras por aquí, mezclándose por allá, pero bastante claras en todo momento; rastros de cuatro grupos de pisadas.
"Creo" dijo Piglet después de lamerse también la punta del hocico y viendo que eso no lo reconfortaba, "creo que me acabo de acordar de algo. He recordado que ayer olvidé hacer algo que no podré hacer mañana. De modo que supongo que me debería volver y hacerlo ahora".
"Lo haremos este mediodía y te acompañaré" dijo Pooh.
"No es de la clase de cosas que se pueden hacer al mediodía" dijo Piglet apresuradamente. "Es un asunto matutino muy peculiar, que se debe hacer por la mañana y, si es posible, entre las....¿qué hora dirías que es?".
"Sobre las doce" dijo Winnie-the-Pooh mirando al sol.
"Entre, como iba diciendo, las doce y las doce y cinco. De modo que, querido amigo Pooh, si me disculpas.....¡¿Qué ha sido eso?!".
Pooh levantó la vista hacia el cielo y entonces, mientras escuchaba el silbido de nuevo, miró entre las ramas de un gran roble y allí vio a un amigo suyo.
"Es Christopher Robin" dijo. "Ah, entonces no tienes de qué preo-

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